ESTOY a punto de convencerme de que como pueblo, como conciencia colectiva, carecemos de la estructura lógica y conceptual para llevar a cabo un debate nacional sobre los temas que son decisivos para el desarrollo integral de los panameños y las panameñas.
No me he convencido todavía porque prefiero creer que estamos en el tránsito afanoso de la cuesta arriba en la curva del aprendizaje. Como dedico una buena cantidad de horas semanales al trabajo de la educación superior, quiero suponer que las fallas más evidentes de nuestra vida pública serán subsanadas por las siguientes generaciones, que con más estudio y más preparación, más ahínco y más honradez intelectual, afrontarán con éxito los retos de un futuro muy complejo que nos aguarda muy cerca al doblar la esquina.
Pero digo que estoy a punto de convencerme de la incapacidad nacional para razonar y motivar adecuadamente una discusión de consecuencias duraderas en virtud de lo que está comenzando a ocurrir con el referéndum sobre la ampliación del canal. Desde hace algún tiempo la ciudadanía espera, no sin cierta ansiedad, la comunicación oficial de lo que será el proyecto de ampliación de la vía canalera, pero nada ocurre.
La postergación del anuncio oficial no está plenamente justificada a los ojos del ciudadano común, pues la constante referencia de las autoridades al estado inconcluso de los estudios de factibilidad no se ha visto tanto como un argumento técnico sino como un manejo político. Ante la ausencia de información oficial es lógico que pulule la especulación, el dato ambiguo, las cifras inexactas, el hondo desconocimiento y la mala intención.
Cuando el 20 de marzo recibí, sin anuncio previo o colateral, un suplemento titulado "Informe al país sobre nuestro canal y nuestro megapuerto" me sentí gratamente sorprendido. Al fin, pensé, alguien se toma el trabajo de publicar información de carácter ciudadano sobre la anunciada obra. Me percaté de que no había ninguna organización nacional ni internacional que respaldara la publicación sino que era una iniciativa de "cinco panameños", entre los cuales se encontraba un ex presidente de la República y otro que fue el primer administrador panameño del Canal, y de los otros no conocía del todo solo a uno de ellos, pero que compartían una trayectoria de rectitud moral en los diversos avatares por los que les había llevado su hacer político y profesional.
Entendí que el punto central del inesperado informe era estimular la reflexión y la curiosidad sobre los temas verdaderamentes clave en el proyecto de expansión de la vía acuática. Dos semanas más tarde asistí a un foro público en el cual los "cinco panameños" presentaron su inesperado informe haciendo algunas explicaciones adicionales. Ante un auditorio repleto, reiteraron que su motivación consistía en ilustrar a la ciudadanía sobre algunos aspectos relevantes del proyecto que se avecina.
El Dr. Jorge Illueca, quien fue presidente de la República luego de la reforma constitucional de 1983, el más alto entre los muchos méritos que destacan en su hoja de vida, manifestó que su expectativa era que el proyecto aprobado por la ACP ya fuese conocido y que le extrañaba las reiteradas posposiciones que se habían anunciado en los últimos meses. También llamó la atención sobre la falacia que implica anunciar que el proyecto está fundamentado en 55 mil páginas de estudios que están disponibles para el que quiera leerlas, pues si uno se pusiera en efecto a estudiar este material, le tomaría un poco más de 5 meses concluir la ardua lectura.
Fernando Manfredo, subadministrador de la extinta Panama Canal Comission y primer administrador panameño de la vía, se detuvo en lo riesgoso que son los megaproyectos, en general, alrededor del mundo, lo cambiante que son las tendencias del comercio marítimo mundial, lo que lo llevó a expresar su opinión de que una obra de esta magnitud debe ser muy bien estudiada, pues las consecuencias de un fiasco en la inversión podrían ser muy graves para el país.
Enrique Illueca y Julio Manduley, uno abogado, el otro economista, se concentraron en denunciar los mitos que circundan el tema de la ampliación y los ataques deshonestos de los que han sido objeto. Su exposición tuvo una buena mezcla de elementos racionales y emotivos, pues a la consideración de hechos, cifras, y argumentos se sumaron los destellos de una convicción sobre la importancia de la verdad y la extrema importancia de decirla en público.
Para terminar, George Richa, un conocido empresario, hizo énfasis en que la iniciativa del grupo provenía de la necesidad de darle a la cuestión canalera un giro de discusión ciudadana, pues los "excedentes" del canal tienen dueño, que es el pueblo panameño, y que tiene muchas necesidades que satisfacer. No hay dinero que "sobre" en el Estado panameño y la decisión sobre esta inversión tiene que ser discutida ampliamente.
La jornada fue extremada interesante y propiciadora de muchas reflexiones públicas entre los asistentes, pero no hubo cámaras de televisión y no hubo noticias en los periódicos al día siguiente. El cometido de los "cinco panameños", en mi opinión, se cumplió a cabalidad. Sin embargo, a estas alturas, ya se han publicado varios artículos contra el polémico informe. Carlos González de La Lastra (El Panamá América 16 de abril) ya ha hecho una disección minuciosa de los sofismas contenidos en el informe y ha expuesto su refutación.
Pero, ¡un momento! Me pregunto: ¿qué hacemos discutiendo un informe que, independientemente de la viabilidad de sus propuestas, no es el tema que debemos discutir? ¿Hay alguien que cree que si se demuestra que los "cinco panameños" cometieron errores o descuidos en la presentación de su información, eso hace que automáticamente el proyecto, que será sometido al país la próxima semana, sea viable y recomendable?
Sé que hay mucha gente que ya decidió sin conocer el proyecto. Algunos ya decidieron que están en contra, sea lo que sea, y no escucharán nada que les haga cambiar de opinión. Sin embargo, pienso que la mayoría ya decidió favorecer el proyecto de ampliación también sin conocer a fondo la propuesta y sin que haya nada que los pueda hacer cambiar su próximo voto en el referéndum.
Quizás los que esperan, como el que suscribe, que sean los méritos del proyecto y las explicaciones que sobre él se hagan, los que definan la pertinencia o no de su aprobación, sean, comparativamente, los menos.
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El Panamá América, Martes 18 de abril de 2006