GRACIAS A LA excelente organización del pasado referéndum, la cual debemos al Tribunal Electoral, a sus magistrados y también a todos sus funcionarios, a los delegados electorales y a la Junta Nacional de Escrutinios, que asumieron y ejecutaron un compromiso sin fisuras por la democracia, contamos con datos confiables de lo que fue la jornada cívica del pasado domingo.
A partir de la información accesible por medios electrónicos a todos los ciudadanos, hago una lectura preliminar de los resultados y extraigo algunas lecciones tentativas. Las cifras no deben ser interpretadas como si se tratase de un juego de baloncesto en el que un equipo aplastó al otro por 78 puntos contra 22, para el júbilo alocado de los fanáticos victoriosos. Semejante frivolidad no es bienvenida aquí, pues nos encontramos en la sala del post-mortem y el uso del bisturí debe ser guiado por la cabeza fría.
1. Tener mucho no siempre basta. El amplísimo respaldo del voto SÍ (78%) queda mediatizado por el muy bajo porcentaje de participación electoral (43.5%). Jurídicamente, el proyecto de ampliación del Canal ha sido aprobado por una abrumadora mayoría ciudadana; políticamente, hay una legitimidad en la decisión que está herida, pero no de muerte. Con atención especializada y cuidado profesional, la herida podría sanar sin dejar cicatrices. Pero si se le abandona o maltrata, se pondrá peor.
2. Tener lo mismo no es tener algo igual. Martín Torrijos fue elegido Presidente de la República por 711 mil votos; dos años y medio después, el SI ha logrado sumar una cantidad igual de papeletas a su favor (unas 715 mil). Como la población electoral es mayor ahora, el mismo número de votos equivale a una (leve) reducción del respaldo originalmente recibido. La mala noticia es, pues, que la campaña no tuvo éxito en sumar caudales sustanciales de votos que no estuvieran conectados a través de la alianza de partidos en el gobierno. La buena noticia es que el Gobierno ha logrado mantener disciplina en sus filas.
3. A veces lo que se suma, resta. Quizás el NO sea más un heredero empobrecido de la vieja apuesta por una constituyente que el recién nacido parido por un nuevo movimiento social. Guillermo Endara fue el único líder de un partido político que de una manera constante, creíble y consistente, impulsó el voto negativo, de una manera muy similar a como, en la campaña electoral del 2004, había agitado su propuesta de convocar a una constituyente. Aquella vez, Endara logró amasar 230 mil votos sin tener partido propio, estrategias claras o base programática firme. El NO, pese a la suma de un sector sindical que le ha dado cuerpo y rostro, alcanzó apenas unas 200 mil papeletas el domingo pasado. Quizás el voto NO habría sido más numeroso y la participación del electorado mayor, si FRENADESO hubiese sido más carismático, o, al menos, más simpático que el Endara de hace dos años.
4. El que menos tiene, puede dar igual o más. Hubo áreas indígenas, generalmente caracterizadas por una gran pobreza y privación social, que alcanzaron porcentajes de participación electoral igual o mejores que los de los barrios de la capital. En Kuna Yala votó el 48.63% de los hombres y las mujeres indígenas inscritos en el padrón electoral, siendo la tercera provincia o comarca de más alta votación y muy cerca de las dos primeras que fueron Los Santos y Herrera (50.43% y 49.45%, respectivamente). Si miramos el ámbito del corregimiento, llama la atención que Narganá y Tubualá tuvieron un promedio de asistencia a las urnas ligeramente superior al 51%, lo que los coloca por encima de Bella Vista y Pueblo Nuevo, que no llegaron al 50% y están en medio del distrito capital, y a la par de San Francisco, área distinguida de la clase media urbana.
5. Estar cerca puede ser igual, o peor, que estar lejos. Es aún más llamativo que en el distrito capital encontramos 9 de 21 corregimientos con una participación de 40% o menos: Pedregal 40, Río Abajo 39, Las Mañanitas 39, Las Cumbres 39, Curundu 38, Tocumen 36, Chilibre 35, Pacora 34 y la 24 de Diciembre 32. Si la publicidad fue dirigida para los habitantes de estas áreas, los datos indican que la persuasión se compró al precio de la desmotivación, o la irrelevancia del voto.
6. Votaciones sin candidatos, negocios sin clientela. El referéndum de 1992 tuvo una participación del 40% del electorado y el de 1998, de un 65%. Por tanto, el del domingo pasado (43%) se parece más al del ´92. Quizás las razones para que las cifras se parezcan tanto y que sean muy inusuales en materia de comicios panameños (pues para las elecciones vota el 75%, más o menos), tienen que ver con la ausencia de candidatos. Suena lógico: si no hay mucha gente pidiendo el voto, acudirá a votar menos gente. Cabe la pregunta, sin embargo, cómo se explica un comparativamente alto porcentaje en 1998. La respuesta es que en aquellos comicios había un candidato (o, más bien, anticandidato) muy visible y que había logrado sensibilizar a la población votante que debía ir a la urna a expresarse.
7. No es lo mismo callar que negar. Una gran diferencia entre los resultados del 92 y los del 2006 consiste en que aquella vez la participación abúlica del electorado tuvo como resultado un mayoritario voto NO del 61%, por lo que cabe decir que aquella propuesta (de reforma constitucional) fue doblemente rechazada. En cambio, ahora se combinan por primera vez en la historia política panameña una indiferencia, a un tiempo inquietante y polisémica, con un respaldo masivo, tan querido como necesitado, pero al final perturbadoramente elusivo.
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El Panamá América, Martes 24 de octubre de 2006
A partir de la información accesible por medios electrónicos a todos los ciudadanos, hago una lectura preliminar de los resultados y extraigo algunas lecciones tentativas. Las cifras no deben ser interpretadas como si se tratase de un juego de baloncesto en el que un equipo aplastó al otro por 78 puntos contra 22, para el júbilo alocado de los fanáticos victoriosos. Semejante frivolidad no es bienvenida aquí, pues nos encontramos en la sala del post-mortem y el uso del bisturí debe ser guiado por la cabeza fría.
1. Tener mucho no siempre basta. El amplísimo respaldo del voto SÍ (78%) queda mediatizado por el muy bajo porcentaje de participación electoral (43.5%). Jurídicamente, el proyecto de ampliación del Canal ha sido aprobado por una abrumadora mayoría ciudadana; políticamente, hay una legitimidad en la decisión que está herida, pero no de muerte. Con atención especializada y cuidado profesional, la herida podría sanar sin dejar cicatrices. Pero si se le abandona o maltrata, se pondrá peor.
2. Tener lo mismo no es tener algo igual. Martín Torrijos fue elegido Presidente de la República por 711 mil votos; dos años y medio después, el SI ha logrado sumar una cantidad igual de papeletas a su favor (unas 715 mil). Como la población electoral es mayor ahora, el mismo número de votos equivale a una (leve) reducción del respaldo originalmente recibido. La mala noticia es, pues, que la campaña no tuvo éxito en sumar caudales sustanciales de votos que no estuvieran conectados a través de la alianza de partidos en el gobierno. La buena noticia es que el Gobierno ha logrado mantener disciplina en sus filas.
3. A veces lo que se suma, resta. Quizás el NO sea más un heredero empobrecido de la vieja apuesta por una constituyente que el recién nacido parido por un nuevo movimiento social. Guillermo Endara fue el único líder de un partido político que de una manera constante, creíble y consistente, impulsó el voto negativo, de una manera muy similar a como, en la campaña electoral del 2004, había agitado su propuesta de convocar a una constituyente. Aquella vez, Endara logró amasar 230 mil votos sin tener partido propio, estrategias claras o base programática firme. El NO, pese a la suma de un sector sindical que le ha dado cuerpo y rostro, alcanzó apenas unas 200 mil papeletas el domingo pasado. Quizás el voto NO habría sido más numeroso y la participación del electorado mayor, si FRENADESO hubiese sido más carismático, o, al menos, más simpático que el Endara de hace dos años.
4. El que menos tiene, puede dar igual o más. Hubo áreas indígenas, generalmente caracterizadas por una gran pobreza y privación social, que alcanzaron porcentajes de participación electoral igual o mejores que los de los barrios de la capital. En Kuna Yala votó el 48.63% de los hombres y las mujeres indígenas inscritos en el padrón electoral, siendo la tercera provincia o comarca de más alta votación y muy cerca de las dos primeras que fueron Los Santos y Herrera (50.43% y 49.45%, respectivamente). Si miramos el ámbito del corregimiento, llama la atención que Narganá y Tubualá tuvieron un promedio de asistencia a las urnas ligeramente superior al 51%, lo que los coloca por encima de Bella Vista y Pueblo Nuevo, que no llegaron al 50% y están en medio del distrito capital, y a la par de San Francisco, área distinguida de la clase media urbana.
5. Estar cerca puede ser igual, o peor, que estar lejos. Es aún más llamativo que en el distrito capital encontramos 9 de 21 corregimientos con una participación de 40% o menos: Pedregal 40, Río Abajo 39, Las Mañanitas 39, Las Cumbres 39, Curundu 38, Tocumen 36, Chilibre 35, Pacora 34 y la 24 de Diciembre 32. Si la publicidad fue dirigida para los habitantes de estas áreas, los datos indican que la persuasión se compró al precio de la desmotivación, o la irrelevancia del voto.
6. Votaciones sin candidatos, negocios sin clientela. El referéndum de 1992 tuvo una participación del 40% del electorado y el de 1998, de un 65%. Por tanto, el del domingo pasado (43%) se parece más al del ´92. Quizás las razones para que las cifras se parezcan tanto y que sean muy inusuales en materia de comicios panameños (pues para las elecciones vota el 75%, más o menos), tienen que ver con la ausencia de candidatos. Suena lógico: si no hay mucha gente pidiendo el voto, acudirá a votar menos gente. Cabe la pregunta, sin embargo, cómo se explica un comparativamente alto porcentaje en 1998. La respuesta es que en aquellos comicios había un candidato (o, más bien, anticandidato) muy visible y que había logrado sensibilizar a la población votante que debía ir a la urna a expresarse.
7. No es lo mismo callar que negar. Una gran diferencia entre los resultados del 92 y los del 2006 consiste en que aquella vez la participación abúlica del electorado tuvo como resultado un mayoritario voto NO del 61%, por lo que cabe decir que aquella propuesta (de reforma constitucional) fue doblemente rechazada. En cambio, ahora se combinan por primera vez en la historia política panameña una indiferencia, a un tiempo inquietante y polisémica, con un respaldo masivo, tan querido como necesitado, pero al final perturbadoramente elusivo.
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El Panamá América, Martes 24 de octubre de 2006